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Cuaresma 2012
El proximo miércoles, 22 de febrero, comienza la cuaresma con el miércoles de ceniza. Comienza uno de los llamados "tiempos fuertes" del año liturgico. Es un tiempo en el que Dios derrama sus gracias con abundancia y es, por tanto, una preciosa oportunidad para todos.
Cada día la palabra de Dios nos irá ofreciendo pistas
preciosas para triunfar en esa difícil empresa de paso del hombre viejo al hombre nuevo. Conversión, en definitiva, que debe ofrecer frutos aquí y ahora y que se lleva adelante no desde el culto externo y ostentoso sino desde lo escondido, lo secreto, lo profundo del corazón.
El evangeiio del primer domingo nos invita a ayunar, es decir, usar con moderación de los bienes de este mundo y poner límite a la fiebre consumista. Dar limosna, es decir, compartir nuestros bienes con los necesitados, apostar por la solidaridad: hay millones de seres humanos que no eligen la cuaresma, que pasan hambre y cargan con la pesada cruz de la vida; a todos estos se ha de abrir nuestro corazén en cuaresma.
Rezar, es decir, cultivar la relacién personal con Dios. Y todo ello sin aspavlentos, con discrecion. “Cuidad, dice el evangeiio, de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos".
Cuaresma no puede ser una especie de farsa que nos deje satisfechos como a los hipocritas fariseos que ayunaban,rezaban y daban limosnas. El evangelio es una invitación a la sencillez y a la verdad.
Que la ceniza que vamos a recibir sobre nuestras cabezas no sea el último disfraz de los carnavales ni la cuaresma mero
tiempo de folklore pasajero. ¡Rasguemos los corazones, no las vestiduras!
Que mi encuentro contigo, Señor, durante esta cuaresma, rinda mi corazón a tu voluntad. Que mi encuentro contigo me impulse a compartir el pan y a trabajar por la justicia y la fraternidad.
Salgamos al encuentro... abramos puertas
Este es el slogan para el día de las Migraciones que se celebra este domingo.
En el cartel, la puerta abierta de una iglesia hace de trasfondo al primer plano de una mujer que sostiene en brazos a su hijo pequeño. Ella parece mirar hacia otro lado “buscando” y sin darse cuenta que detrás suya hay una puerta abierta... Se me ocurre que, quizás, la puerta está abierta no para que entre ella sino para que nosotros salgamos al encuentro.
Dos preguntas interesantes: ¿encontrarán en nosotros comunidades acogedoras que les ayuden a despertar o a mantener firme su fe? ¿Qué sería de su fe si solo encontraran un cristianismo que por falta de convicciones personales y de confesión comunitaria hubiera quedado reducido a un hecho cultural?:
-Un trabajo, una presencia cercana, que tiene como horizonte tanto la integración social como la comunión eclesial; aunque sean necesarias en el camino hacia ahí muchas acciones específicas con un grupo y otro.
-Y como sugerencias prácticas suenan estas:
crear espacios y comunidades promotoras de solidaridad, diálogo y comunión fraterna trabajando en una pastoral específica unida a la pastoral general para lograr la mejor armonía; fortalecer el acompañamiento de personas y grupos, el acercamiento a sus familias; atender y potenciar la pastoral juvenil con los inmigrantes.
-Todo ello queriendo contribuir, directa e indirectamente, a unas leyes y una opinión pública favorable a los inmigrantes.
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La misa de cada domingo
Insistimos, siempre será poco, en que los cristianos tenemos que acostumbrarnos a alimentar nuestro pensamiento, nuestra visión del mundo a la luz de la Palabra de Dios. Pero eso no ha significado nunca que debamos dejar de alimentarnos con la Eucaristía. Primero porque en la misa se nos ofrece lo primero la Palabra. Y segundo porque la Eucaristía es la presencia viva de Cristo Resucitado en nuestra vida. De articular en nuestra vida los dos alimentos se encarga la Oración; esa reflexión, instrucción, medicación, desde el corazón que armonice en nosotros los tiempos, los sentimientos, el ritmo, de una vida consecuente con lo que se cree por la fe, se alimenta por la Eucaristía y la Palabra, se compromete por el amor.
Estos días pasados de la Navidad, los más numerosos por la asistencia, daba pena contemplar nuestras misas; ausentes casi todos los niños, silencio de una juventud que pasa la noche en la luna y no tantos los adultos.
Creemos que la fe tiene también un componente social, afectivo, amistoso que nos une a todos los creyentes en un mismo proyecto de vida y un mismo sentir, que solo en el encuentro de los días del Señor se puede vivir. Abdicar de la misa dominical es darse por vencido en nuestra lucha por mantener viva la fe cristiana en nuestras familias. ¿De qué vivirán cuando los falsos alimentos de un mundo en descomposición no den Más de sí?.
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